martes, 10 de noviembre de 2009

EL JEFE DE JEFES

River 1945 / 1949 – 1955 / 1958. 155 partidos - 7 goles - 5 títulos


Debe ser cierto nomas que hace un tiempo murió Pipo Rossi. Pero permítanme decir que desconfío. Porque aún me parece escuchar ese vozarrón autoritario arengando a la tropa; o porque todavía se puede adivinar su figura espigada haciendo pata ancha en el círculo central, parcela del terreno de juego del cual tiene el título de propiedad; Y porque incluso aún no se ha esfumado su temperamento brutal amansador de compadritos. Dicen que se fue hace unos años. Puede que tengan razón. Pero presumo que no partió del todo. Si hay algo que las leyendas no hacen es morirse.
Hoy no hubiera hecho falta ponerle el apellido en la espalda a su camiseta. Es, fue y será “el” 5 de River. Patrón, fogonero de la máquina, verba hiriente y ponzoñosa que empuja al equipo a la victoria y al rival contra su valla. Pipo Rossi fue el Jefe de jefes. Como un halcón vigía del Monumental, pleno de autoridad, la voz de América. Medía 1,85 y calzaba 44. Metía la suela para amasar el esférico o para planchar canillas ajenas.
Gritaba como un condenado y lo hacía todo el partido. Su caudillazgo alcanzó límites tan inverosímiles del que solo el legendario “Negro Jefe” Obdulio Varela podría presumir. Pero también la rompía toda. Tenía categoría, clase, fineza, huevos, vergüenza. Quienes todavía no peinamos canas, adivinamos cepas de la categoría de Pipo en figuras tan veneradas como Sergio Batista, Claudio Marangoni o Fernando Redondo.
Siempre jugó igual. Pegaba un grito y metía un pase demoledor. La pisaba, hacia pasar de largo al rival y abría la cancha. La bajaba con el empeine o de pecho y partía otro ataque, y otro, y otro más. Trababa y temblaban las paredes, luego levantaba la frente y ponía la pelota al pie del compañero mejor ubicado. Hizo de lo mas difícil del fútbol un arte: Jugar con simpleza.
En River cimentó la gloria de dos períodos inolvidables. Del 45 al 49 y del 55 al 58. Dio 5 vueltas olímpicas. Jugó en la máquina. Le cubrió las espaldas a Moreno y Pedernera. A Sívori, Vernazza y Walter Gómez. A Labruna y Loustau. La casaca de botones le quedaba pintada. Se jetoneó fiero con rivales y árbitros. Ninguno le ganó una discusión. Actuó para la Selección Nacional y también fue campeón en dos Sudamericanos. Viéndolo a él presente en nuestra historia, el apodo de “gallinas” queda absolutamente en ridículo.
Dejó en el recuerdo un millón de anécdotas que pintan en pleno lo que fue: Un señor de códigos. Porteño bicho. Lenguaraz sabelotodo. Se hace muy difícil rescatar de la historia una figura que haya representado a River tan bien como él. Tenía 82 años cuando murió el 13 de junio de 2007. Ya para ese entonces, hacía rato que era una leyenda.

2 comentarios:

Centrojas dijo...

El apodo de la voz nacio en el sudamericano de Lima, dicen que en la inmensidad del estadio en silencio lo unico que se escucha era su voz de mando

crack of the cracks

Facu Franco dijo...

Noo tremendo jugadorazo pipo rossi!



una alegria leer esta nota, y que digan lo que quieran pero Rossi siempre estara en el corazon, y en la memoria de todos los hinchas riverplatenses