miércoles, 16 de septiembre de 2009

DANIEL LUDUEÑA


Llovía a cántaros y River le ganaba fácil a Estudiantes 6-2 por el Clausura 2001, cuando Ramón Díaz lo mandó a la cancha. Tenía apenas 19 años y un look que no podía pasar jamás desapercibido. Apenas logró tocar la pelota en los pocos minutos de su debut. Pero lo importante para él ya había ocurrido. Había llegado al lugar que siempre había soñado. La primera de River.
Daniel Emmanuel Ludueña era ya para ese entonces el “Hachita”, herencia del apodo de su padre, Daniel “Hacha” Ludueña, legendario volante de Talleres, héroe de miles de batallas en la Liga cordobesa y en los incipientes Nacionales de la década del 70. Había llegado a Núñez luego de iniciarse en los infantiles de San Lorenzo de Córdoba Capital. Decían que era talentoso y vago como su papá. No estaban muy errados.
Morochazo, escueto, curcuncho, y con un peinado que hubiera mandado al psicólogo a Roberto Giordano. Fue Manuel Pellegrini el que le dio cierta confianza, aunque ni con el Ingeniero, ni luego con Astrada, fue titular indiscutido. Delante de él había figuras de peso como Gallardo, Ortega, D’alessandro o Montenegro. Jugó en 40 partidos con un par de goles. Participó en tres vueltas olímpicas. Siempre insinuó ser un jugador distinto y con pasta de crack. Pero nunca pudo/ quiso/ o lo dejaron demostrarlo.
A principios de 2005, y a cambio de 180.000 dólares, River lo cedió a préstamo a la Universidad Autónoma de Guadalajara, los populares “Tecos”. Debutó e hizo el gol de la victoria ante Pumas de la UNAM, que era el último bicampeón, y desde allí, todo su repertorio de gambetas cortas, toques precisos y goles bonitos que adivinabamos escondido, comenzó a fluir como un torrente desbocado. Se transformó en figura y alma de un equipo que arrancó el año pensando en el descenso y terminó jugando semifinales.
Luego de dos temporadas soberbias con el Tecolote, Santos Laguna no dudó un instante en desembolsar 1.5 millones de dólares para llevárselo a la comarca lagunera. Y fue en el árido clima de Torreón, donde Ludueña halló la compañía que necesitaba para transformarse decididamente en uno de los mejores futbolistas del Torneo Mexicano. Con Santos Laguna ganó el Clausura de 2008. En total lleva jugados en México unos 170 partidos oficiales con mas de 60 goles.
Dicen por allí en tierras aztecas, que no son pocos los que piensan que estaría bueno ofrecerle a Ludueña la posibilidad de nacionalizarse y jugar para la tricolor, siguiendo los pasos de los compatriotas Guillermo Franco y Matías Vuoso. Yo recuerdo que una vez su padre dijo que “El hachita hubiera sido titular en River si hubiera sido rubio y de ojos celestes”. En fin, quien lo sabe. Solo una cosa es cierta: River no vio al mejor Ludueña. Y eso es una lástima.