jueves, 26 de junio de 2008

CARTA A UN IDOLO AUTODESTRUCTIVO


Pienso que cosa puede decirse de un ídolo del pueblo sin sonar ofensivo ni desagradecido. Solo hay una respuesta: La verdad. O por lo menos la propia verdad. Pero se que cada filo de crítica al intocable es también una herida a mi corazón, tan riverplatense como todos (incluso como el de él), un corazón que se niega a olvidar que su nombre es sinónimo de fútbol y alegría, y por ende inmortal.
Para la generación de los que estamos por los 30, Ariel Arnaldo Ortega es el único ídolo que conocimos desde el nacimiento. Yo me acuerdo cuando debutó. 1991. Sábado a la noche, cancha de Independiente, 1-0 a Platense. Creo que fue Titi Fernández quién dijo por Continental, “debuta en River un pibe de Jujuy, con el número 16, Ariel Ortega”. Yo lo había descubierto desde la tribuna San Martín en un partido de reserva ante Huracán unos meses antes. La gente se codeaba ante cada enganche y preguntaban quien era ese gurrumín de patas cortas que los pasaba a todos como postes. Tenia pasta de ídolo y lo confirmó con su entrega, con su amor por la camiseta, con su talento y con sus vueltas a casa tan esperadas.
Creció como símbolo millonario mientras nosotros crecíamos como hinchas junto a él. En cierto sentido su historia es parte de la nuestra. Y por eso duele verlo así. Y por eso molesta creer que en muchos puntos está equivocado.
Y se podrá charlar por lo de la forreada, la usada y la falta de respeto, pero vamos, Ariel. Nadie mas que vos sabe que ningún técnico que se precie de tener un poco de autoridad sobre sus dirigidos, podría incluir en el equipo a un jugador que llega a la concentración en esas condiciones. No se trata de pasar por alto esta enfermedad tan tortuosa. Ortega debe ser ayudado por todos los que lo quieren y sobre todo por la Institución que tanto le debe. Ahora, ningún sistema de ayuda funciona con efectividad si Ariel no se ayuda a si mismo. Y tampoco es justo que sus desarreglos mantengan como rehén a todo un plantel por mas importante (vital, diría) que pueda resultar su figura para el grupo y su funcionamiento dentro de la cancha.
Todo grupo tiene un líder y ese líder es el que pone las reglas. Estas aparentemente funcional, River salió campeón. Ariel está en todo su derecho de no aceptar las reglas de Simeone, lo que debería hacer es discutirlas y no renegar de ellas, anteponiendo caprichos, y olvidándose que él pertenece a un plantel de pares que lo banco en momentos oscuros y que lo tiene como un referente, como tampoco debería dejar de tener presente su carácter de profesional del fútbol (y muy bien pagado) de una institución que lo necesita y su gente que lo adora.
Y en honor a esa adoración y por la memoria de tantas tardes felices, le pedimos que recapacite. Que no se permita otra despedida. Que no nos deje huérfanos de esa ovación tan linda. Aguilar no quiere que se vaya. El cuerpo técnico no quiere que se vaya. Los jugadores no quieren que se vaya. La hinchada no quiere que se vaya. Ortega no quiere irse. ¿Por qué se va a ir, entonces?. River es tu hogar, Ariel. Dejanos quererte y ayudarte. Pero, por favor, querete y ayudate. Gracias. Ahora y siempre.

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